En la medida en la que se ha incorporado la perspectiva de género al abordaje de la salud, se he hecho evidente no sólo las diferencias en materia de salud, sino también las desigualdades, y la manera en la cual el género en tanto ordenador social y en su función subjetivante tiene implicaciones para el bienestar de las personas. En la adolescencia existen muchos cambios tanto en el nivel micro como el macro que abonan a que estos efectos se potencien, de manera que tanto la prevalencia de estereotipos y comportamientos vinculados con la socialización de género, así como circunstancias que suponen desigualdad en función del sexo y el género de una persona, contribuyen en generar condiciones que exponen a las y los adolescentes en materia de salud mental y emocional. De acuerdo con estudios recientes, los problemas de salud mental –en particular, la depresión–, constituyen la principal causa de morbilidad en las y los jóvenes (en años de vida ajustados en función de la discapacidad). Además, el padecimiento de trastornos de salud mental, que puede tener efectos importantes en la salud general y el desarrollo del adolescente, tiende a ir asociado a diversos problemas sanitarios y sociales, como un consumo más elevado de alcohol, tabaco y sustancias ilícitas, el embarazo adolescente, el abandono escolar y la asunción de conductas delictivas. Es por lo anterior que diferentes organismos internacionales, entre los que destaca la OMS, han reiterado la importancia de promover en la adolescencia un mayor bienestar psicológicos, y abonar al desarrollo de habilidades y condiciones que posibiliten un mejor enfrentamiento de las experiencias adversas y de los factores de riesgo. En este curso se busca dar cuenta de cuáles son esas experiencias y factores que pueden promover o no una mayor salud mental durante la adolescencia, a partir de una perspectiva de género crítica e interseccional.